Cada uno de nosotros está atado a Dios con un hilo. Cuando cometemos una falta, el hilo se rompe. Cuando nos arrepentimos, Dios hace un nudo con el hilo. El hilo queda más corto que antes y el pecador está un poco más cerca de Dios.
Así, con fallos y arrepentimientos, de nudo en nudo, nos vamos acercando a Dios...
(Cerros de Úbeda, Al-Andalus)
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