9/8/07

Quiero ser...

Hace muchos años, vivía en China un joven llamado Mogo, que se ganaba el sustento picando piedras. Aunque era sano y fuerte, el joven no estaba contento con su destino, y se quejaba noche y día. Tanto blasfemó contra Dios, que su ángel de la guarda terminó por aparacérsele: -Tienes salud, y una vida por delante -dijo el ángel. -Todos los jóvenes comienzan haciendo algo como lo que haces tú. ¿Por qué vives quejándote? -Dios fue injusto conmigo, y no me dio oportunidad de crecer -respondió Mogo. Preocupado, el ángel fue ante la presencia del Señor, pidiendo ayuda para que su protegido no terminara por perder el alma. -Hágase tu voluntad -dijo el Señor. -Todo lo que Mogo quiera le será concedido. Al día siguiente, Mogo picaba piedras cuando vio pasar una carroza en la que iba un noble, cubierto de joyas. Pasándose las manos por el rostro sudoroso y sucio, Mogo dijo con amargura: -¿Por qué no puedo yo también ser un noble? ¡Ése debería ser mi destino!” -¡Sélo, pues! -murmuró su ángel, con inmensa alegría. Y Mogo se transformó en el dueño de un palacio suntuoso, de muchas tierras, donde vivía rodeado de servidores y caballos. Acostumbraba salir todos los días con su impresionante cortejo, y le gustaba ver que sus antiguos compañeros, alineados a la vera del camino, lo miraban con respeto. Una de esas tardes, el calor era insoportable; aún debajo de su parasol dorado, Mogo transpiraba como en la época en que quebraba piedras. Entonces se dio cuenta de que no era tan importante: por encima de él había príncipes, emperadores, y todavía más arriba de éstos, estaba el sol, que no obedecía a nadie -pues era el verdadero rey. -¡Ah, ángel mío! ¿Por qué no puedo ser el sol? ¡Ése debería ser mi destino! -se quejó Mogo. -¡Sélo, pues! -exclamó el ángel, ocultando su tristeza ante tanta ambición. Y Mogo fue sol, de acuerdo con sus deseos. Mientras brillaba en el cielo, admirado con su gigantesco poder de hacer madurar las cosechas, o quemarlas a su placer, un punto negro comenzó a avanzar a su encuentro. La mancha oscura fue creciendo -y Mogo se dio cuenta de que era una nube, que a su vez se fue extendiendo y no le permitió más ver la Tierra. -¡Ángel! -gritó Mogo. -¡La nube es más fuerte que el sol! ¡Mi destino es ser nube! -¡Sélo, pues! -respondió el ángel. Mogo fue transformado en nube, y vió que su sueño se había realizado. -¡Soy poderoso! -gritaba, oscureciendo al sol. -¡Soy invencible! -tronaba, persiguiendo a las olas. Pero, en la costa desierta del océano se erguía una inmensa roca de granito, tan vieja como el mundo. Mogo vió que la roca lo desafiaba, y desencadenó una tempestad como nunca antes viera el mundo. Las olas, enormes y furiosas, golpeaban contra la roca, tratando de arrancarla del suelo y arrojarla al fondo del mar. Pero, firme e impasible, la roca continuaba en su sitio. -¡Ángel! -sollozaba Mogo -¡la roca es más fuerte que la nube! ¡Mi destino es ser una roca! Y Mogo se transformó en roca. -¿Quién podrá vencerme ahora? -se preguntaba a sí mismo. -¡Soy lo más poderoso del mundo! Y así pasaron varios años, hasta que, una mañana, Mogo sintió una puntada aguda en sus entrañas de piedra, seguida de un dolor profundo, como si una parte de su cuerpo de granito estuviera siendo lascerado. Luego vinieron unos golpes sordos, insistentes, y nuevamente un dolor gigantesco. Loco de espanto gritó: -¡Ángel, alguien está queriendo matarme! ¡Tiene más poder que yo! ¡Quiero ser como él! -¡Sélo, pues! -exclamó el ángel, llorando. Y así fué como Mogo volvió a picar piedras.
Mejor nos quedamos como estamos, que las rosas sigan siendo rosas, y el cielo muy azul...

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