22/2/07

Stars

Hace unos días contemplaba inmóvil las estrellas. Hacía tiempo que no las miraba, las grandes ciudades te lo impiden creando una muralla de luz infranqueable a los ojos. La temperatura no era la correspondiente a una noche de febrero, brindándonos una noche casi primaveral (por un instante me alegré del cambio climático). Camino de casa paré el coche a un lado de la carretera, y caminé un rato hasta llegar junto a una encina. Me tumbé en la hierba boca arriba respirando hondo el aire puro de la noche. Allí, desde un plano privilegiado comprobé lo pequeña que es toda esta cajita de cerillas donde vivimos, y lo insignificante que todo se vuelve al mirar al infinito. A la vez, respirando bajo ese papel pintado de azul me alegré de ser una minúscula pieza de ese engranaje cósmico. Por un momento, me vino a la mente algo que escuché un día: "que el suave aleteo de una mariposa en China puede producir un huracán en California", por un instante pensé que todo es posible. Tuve la tentación de contar estrella por estrella, memorizar su posición en el universo, para poder tal vez, en esos momentos donde todo parece cambiar, comprobar que algo ahí arriba permanece inmutable, inmóvil. No habría sido ni el primero ni el último en hacerlo, o al menos en intentarlo. Allí junto a aquella encina que me filtraba un firmamento limpio y oscuro, no pude evitar caer profundamente dormido, mientras un suave y penetrante olor a romero lo inundaba todo. Al despertar me encontraba con una sensación extrañamente agradable, de esas que tienes tras un sueño que pareció real. Del sueño sólo recuerdo un azul oscuro radiante, plagado de brillo, acaso estrellas, o el reflejo de unas pupilas que miran fijamente, pudieran ser las mías, pudieran ser las tuyas, aunque bien pudieron ser estrellas.
Estoy seguro que no fue un simple sueño, demasiado real, bien pudo ser el futuro en el presente, una especie de déjà vu en tiempo pasado.

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