Un ermitaño llevaba 15 años en ese modo de vivir, se había apartado de su pueblo natal para ir en busca de sí mismo a un recóndito lugar de Al-Andalus. Dado a la meditación constante, pasaba la mayor parte de sus días sentado en la entrada de su precaria cabaña mirando la flora y fauna que lo rodeaba, mirando el amanecer y el ocaso.Había adquirido un elevado nivel de paz interior, pero existía algo que había empezado a inquietarlo mucho: La puerta de su cabaña no tenía seguro, de manera que en aquellas noches en las que el viento corría con fuerza, ésta era azotada constantemente despertando al ermitaño que se esforzaba por poner algo que asegurara la puerta sin éxito, no encontraba algo lo suficientemente pesado como para que no cediera con el viento.Una tarde, decidido a encontrar algo que resuelva su problema, encontró en las faldas de una montaña un pedazo de algo deforme, muy pesado, un metal que parecía ser el desperdicio de alguna máquina. Llevó la chatarra a casa y con eso trancó su puerta, aliviando así de una vez por todas su problema con la puerta. La mañana siguiente llamó a su puerta un explorador perdido, había pernoctado a la intemperie tres noches y estaba hambriento y sediento.
-No tengo alimentos para ofrecerte, pero sí puedo darte agua fresca para que aplaques tu sed, dijo el ermitaño.El explorador le contó que coleccionaba reliquias y que exploraba la zona con el propósito de hacer algún hallazgo importante.
Al ermitaño no le pareció la mejor manera de gastarse la vida, pero no hizo ningún comentario porque cada hombre es el único dueño de su destino.Cuando el explorador vio la chatarra que trancaba la puerta, se interesó en ella, tanto que ofreció comprársela al ermitaño, que desde luego se rehusó porque había renunciado al dinero.
-Si vuelvo con las manos vacías seré el hazmerreir de todos mis colegas, además, con el dinero que te dé, podrás comprar un seguro para tu puerta y semillas para que cultives tus propias hortalizas.
La idea de poder sembrar entusiasmó al ermitaño y terminó por acceder. El monto de la venta se pactó en 25 dólares.Una vez en el pueblo, el ermitaño, se sorprendió al ver cuán diferente estaba, había progresado mucho. Camino al vivero se topo con que mucha gente hacía fila para entrar a la galería de la municipalidad. "Hoy, por último día en nuestra ciudad, una nueva maravilla del mundo, un tesoro de toda la humanidad, que deja nuestra ciudad para exhibirse en los mejores museos del mundo", anunciaba un muchacho a gritos.El ermitaño se interesó, preguntando se enteró que el objeto en cuestión era una obra de arte antiquísima y que entrar a verlo costaba 25 dólares.Convencido de que lo trascendente en este caso era poder apreciar la belleza del arte humano, el ermitaño compró su boleto sin chistar. Una vez dentro se encontró conque esa maravilla que estaba alborotando a todo mundo, no era otra cosa que la chatarra con la que él trancaba su puerta. Pulida y restaurada, la hermosa estatuilla de oro con incrustaciones de diamantes, era una perfecta representación de una diosa asiria.
Algunas veces nosotros no nos damos cuenta de lo valioso que nos rodea, de lo valioso que existe en nuestro interior, podemos tenerlo frente a nuestras narices, pero simplemente lo usamos para trancar la puerta....otras veces sin embargo, en apenas milésimas apreciamos el valor acaso oculto tras un fondo azul....
22/4/08
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