Mentes

La mente es como el tambor de una lavadora. Coge las ideas, y las centrifuga lanzándolas al aire, dejándolas subir y caer, rodar y girar, volviéndolas a recoger sin dejarlas escapar. Hay muchas veces que nos gustaría sacar las ideas, recuerdos y pensamientos del tambor de nuestra mente, unas veces para que otras personas las puedan contemplar, otras, para que alguien las sienta, otras veces simplemente para vaciar la lavadora y empezar de cero.

Bien es sabido que la palabra es el único vehículo para conducir al otro hasta el fondo de nuestra alma actuando, así, de llave mágica de la misma, dejando en nuestras manos el mostrar o no lo que allí hay y dejando para nosotros mismos la posibilidad de viajar hasta allí con nuestro silencio, que es el único que nos muestra a nosotros mismos lo que allí habita. Sin embargo, un día, como aparecida desde una dimensión intermedia, surge una persona que es capaz de ver lo que hay dentro del tambor con sólo mirar a los ojos, con oir un acorde de nuestra voz, tan sólo con notar su presencia. Parece como si realmente estuviera ya allí desde siempre contemplando todo nuestro mundo interior. Es posible que fuera nuestro propio silencio el que la guió hasta allí y le abriera la puerta en algún instante para quedarse.

El momento es mágico y el encuentro se prolonga. Los ojos se miran, intentando comprender lo incomprensible. En milésimas se pierde el equilibrio, ese que cuesta tanto conseguir y que se ve sustituido en apenas un suspiro por un agradable mareo, olor a tierra mojada de una tormenta de verano que se aleja. Una placentera sensación de perder el control sobre nuestras palabras, y el notar como, de repente, nuestra alma está abierta de par en par para alguien. Es como si en ese instante, y tras una curva inesperada, finalizara el viaje de dos vidas que viajan por separado en otra dimesión.

Al fin y al cabo el final de un viaje siempre es el comienzo de otro nuevo y siempre nos gustó dar vueltas hasta sentirnos mareados cuando éramos niños.

¡ Buen viaje !