30/4/07
Almas
Sabemos todos que el secreto de la atracción o del desvío entre las cosas creadas está en la afinidad o repulsión que hay entre ellas, porque cada cosa busca siempre a su semejante, lo afín sólo en su afín sosiega, y esta comunidad de especie ejerce una acción que los sentidos perciben y una influencia que salta a la vista. La mutua antipatía entre los contrarios, la mutua simpatía entre los iguales, el ímpetu que enlaza a las cosas parejas entre sí, son cosas que hallamos bien patentes en nuestro mundo. Pues, siendo esto así, ¿qué no ocurrirá con el alma cuyo mundo es purísimo y etéreo, cuya equilibrada esencia tiende a lo alto, y cuya sustancia está presta a percibir la afinidad y la inclinación, el deseo y la aversión, el apetito y la repulsión. Bien sabido es, en efecto, que así pasa todo eso a nuestros ojos en todos aquellos estados en que el hombre se desenvuelve y vive.
Dios Honrado y Poderoso dice: “El es quién os creó de una sola alma, de la cual creó también a su compañera para que conviviera con el”. Por consiguiente, dispuso que la razón de su convivencia fuera el que Eva procedía de la misma alma que Adán.Y de repente parece llegar un momento donde cada parte de tu mente no es tuya, donde todos los sentidos parecen activarse ante lo que tienen delante, y desde el primer instante, cada señal en el cielo, cada palabra que ya sabes que va a decir, cada pensamiento que ya sabes que guarda, te inundan completamente de una magia desconocida. Entonces, es cuando simplemente vuelves a creer en todo lo mágico que creiste en la infancia y entiendes mejor que nunca que hay cosas indestructibles, que perduran en el tiempo por la eternidad, y al fin y al cabo, dicen que el alma es eterna, y cuanto más aún lo debería ser un alma compartida.
¡ Feliz eternidad !
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