Al principio, las personas parecían entusiasmadas con lo que oían. Pero -poco a poco-la rutina de la vida espiritual se hizo tan difícil, que los hombres y las mujeres se apartaron, hasta que no quedó ni un alma que lo escuchara.
Un viajante, al ver al profeta que predicaba solo, preguntó:
-¿Por qué continúas exaltando las virtudes y condenando los vicios? ¿No ves que aquí nadie te escucha?
-Al principio, yo esperaba cambiar a las personas -dijo el profeta. -Si todavía hoy sigo predicando, es sólo para impedir que las personas me cambien a mí.
Está claro que pese a que mucha gente que nos rodea nos puede tratar de cambiar, hay primero que rodearse de buena gente y aún así, no cambiar.
Lo bueno del espacio es que vas con quien quieres y nadie te molesta.
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