Cuando tus manos salen, amor, hacia las mías, ¿qué me traen volando? ¿por qué se detuvieron en mi boca, de pronto, por qué las reconozco como si entonces, antes, las hubiera tocado, como si antes de ser hubieran recorrido mi frente, mi cintura?
Su suavidad venía volando sobre el tiempo, sobre el mar, sobre el humo, sobre la primavera, y cuando tú pusiste tus manos en mi pecho, reconocí estas alas de paloma dorada, reconocí esa greda y ese color de trigo.
Los años de mi vida yo caminé buscándolas, subí las escaleras, crucé los arrecifes, me llevaron los trenes, las aguas me trajeron, y en la piel de las uvas me pareció tocarte. La madera de pronto me trajo tu contacto, la almendra me anunciaba tu suavidad secreta, hasta que se cerraron tus manos en mi pecho y allí como dos olas terminaron su viaje.
Porque muchas veces las manos pueden hablar, porque a veces es mejor callar y hablar con las manos, porque uno se las puede regalar a quien desee y porque si las manos son reflejo de ti, entonces simplemente eres preciosa...
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